viernes, 13 de abril de 2012

DETENGAMOS LA VIOLENCIA


Hoy día debemos lamentar una nueva víctima de la violencia en la zona de la Araucanía. La muerte del Sargento de Carabineros Hugo Albornoz, se suma a la de los mapuche Jaime Mendoza Collio,  Alex Lemún Saavedra, Matías Catrileo Quezada y Juan Collihuin Catril, si mencionamos la historia reciente de víctimas de la violencia en la zona.
Una muerte inútil que profundiza las heridas abiertas de un conflicto dramático que no ha encontrado voluntad en las autoridades políticas del país para conciliar la voraz irrupción del capital en la zona, en aras de un supuesto progreso, y las demandas humanitarias del pueblo mapuche. Una muerte que trae dolor y sufrimiento a sus familiares y que remece a la sociedad en su conjunto.

En situaciones como ésta, lo primero que surge como prioridad, es buscar rápidamente a los culpables de este acto repudiable y aplicarles todo el rigor de la ley, desahogando de algún modo la rabia contenida, esperando que con esto se corrija el daño causado. Pero si no estamos atentos, mientras corremos tras los culpables, podríamos olvidar el fondo del conflicto que ha provocado este hecho violento, verdadero responsable de que cada cierto tiempo, tengamos que lamentar hechos como el de hoy. Si nos descuidamos más aún, habremos creado el escenario propicio para que se oculten tras la inmediatez de los hechos los co-responsables de estos actos deleznables.

Co-responsables son aquellos que, pudiendo haber intervenido a tiempo a favor de una salida pacífica y dialogada a un conflicto que se eterniza, no han hecho algo por detener la creciente violencia que se acumula en la zona. Son también aquellos que han aportado a ese clima de violencia, enviando escuadrones represivos a golpear periódicamente a las comunidades en allanamientos indiscriminados, maltratando a niños y ancianos insultando y denigrando a la familia mapuche. Responsables de golpear hasta el límite de provocar la respuesta violenta que justifique posteriormente, más control, encarcelamientos y más violencia. Con ello, el objetivo de controlar la situación generando Comisiones de Seguridad, dejará el camino libre para someter a quien se subleve al autoritarismo del Estado, obligándoles a aceptar condiciones oportunistas.

La muerte del sargento Albornoz, se suma a la interminable lista de atrocidades ocurridas en la Araucanía. Si bien habrá que ubicar a quienes le dieron muerte y aplicarles la ley, con ello no habrá concluido un capítulo nefasto de nuestra historia, que nos recuerda que el sometimiento indígena en nuestro país, como en la mayoría de los países latinoamericanos, ha sido brutal y violento. Este estado de cosas se ha mantenido hasta el día de hoy, subyugando su cultura, persiguiendo a sus dirigentes y aislando a su gente. Se ha mantenido aplicando la represión y la violencia sin límite, imponiendo condiciones que avergüenzan la razón y el corazón humano.

Se debe hacer un alto a la violencia y dar paso al diálogo sensato en busca de acuerdos que respeten la diversidad y que acojan las demandas humanitarias.

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