martes, 29 de noviembre de 2011

AYUDA HUMANITARIA A GAZA

Los últimos acontecimientos, protagonizados por un comando israelí fuera de control que atacó un barco de voluntarios de DDHH que transportaba ayuda humanitaria y que tenía como destino, la franja de Gaza, territorio sitiado desde enero de 2006 según un acuerdo entre EEUU e Israel, que terminó con la muerte de 20 personas e innumerables heridos, y la comunidad mundial de pie repudiando el hecho, trae consigo innumerables reflexiones.


Entre ellas, me llama profundamente la atención la solidaridad a distancia que se nos despierta, la capacidad que tenemos de asombrarnos y reaccionar, cuando menos frente a la embajada de Israel como en este caso, o adhiriendo a campañas internacionales de protesta ante tanta brutalidad. Y como nos cuesta conmovernos a la hora de volver la mirada hacia nuestro propio país, y asombrarnos por la violación de DDHH sistemática y por el aumento de la violencia a nuestro alrededor, nos volvemos ciegos, sordos y mudos.

Sin la menor duda, nos encontramos ante una escalada de violencia mundial, con incidentes civiles y militares en distintas partes del mundo, con el agravante que hoy día un arma nuclear puede viajar en una maleta. El hecho es que la conciencia humana no encuentra salida a la encrucijada en que la han dejado los últimos tiempos, atrapada en un destino sin horizonte, privada de la posibilidad de evolucionar hacia una sociedad mas humana y mas justa. La violencia desatada no es sino resultado del estado sufriente y sin sentido en el que vaga el ser humano, mientras algunos dan rienda suela a su desenfreno por obtener más por menos, aumentando su poder y decidiendo por los demás. Pero esto ocurre en todo el mundo y a toda hora. A lo ocurrido con el barco de ayuda humanitaria, habría que agregar las tensiones entre las coreas, los desmanes en Tailandia, el descontento que se organiza en EEUU, el drama de los inmigrantes europeos y en nuestra Latinoamérica, las tensiones que se producen entre los gobiernos progresistas y el Imperio. Dentro de los países, la cultura del dinero se aferra a sus últimas esperanzas de controlar y manejarlo todo, conteniendo el descontento social creciente.

Los medios de comunicación intentan obnubilar a la población con programas y noticias intrascendentes, colgándose cada cierto tiempo de eventos programados para desviar la atención mundial. Nuestra percepción del mundo comienza a acostumbrarse a ver tanta barbarie y tanta injusticia, y
el dolor ajeno no me llega y me acostumbro a atrincherarme en mí y mis pertenencias, a defender lo que poseo sin importarme lo que ocurra con el otro. Se ha desatado la cultura de lo individual, del personalismo, de lo mío y de lo tuyo, y en nuestras instituciones el centralismo democrático deja paso a al matonaje y a la represión, último argumento de una sociedad decadente manejada por unas pocas familias, que desde hace más de cien años manejan los destinos de esta nación.

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