miércoles, 30 de noviembre de 2011

IR CONTRA LA EVOLUCION DE LAS COSAS ES IR CONTRA UNO MISMO


La Tierra está en movimiento y en permanente cambio. En cien años a girado sobre su eje 123 veces y entorno al sol 250 veces. Rota a una velocidad de 465 m/seg. y su velocidad de traslación es de 106.200 km/hr., aunque a nosotros no se nos mueva un pelo.  Pero también están los cambios de la Tierra, que sí son perceptibles.
Cambia el clima, las montañas suben mientras otras bajan, los litorales se desplazan, los ríos cambian de curso, mientras los glaciales se deshielan. Olas de calor y frío recorren el mar y los continentes haciendo variar los ciclos de la naturaleza y con ello la flora y la fauna del Planeta. El viento se arremolina en las zonas templadas y el fuego devasta grandes extensiones de bosques mientras el agua inunda grandes extensiones de siembra. La Tierra esta en permanente movimiento y cambio. La Tierra está viva.

Si consideramos que la Tierra está incluida dentro de un sistema mayor, también en movimiento y cambiante, podemos decir sin temor a equivocarnos, que todo el universo se mueve y modifica según designios inasibles respondiendo a leyes universales. Todo es Movimiento Forma.

Nuestra existencia no es ajena a estos designios. Nacimos en este tiempo y en este espacio finito en el cual transcurrimos en un permanente cambio que va desde la niñez a la vejez. Pero no solo cambia nuestro cuerpo sino todo nuestro psiquismo, que irá modificándose con cada aprendizaje.

Sin embargo, y por alguna extraña razón, en algunos de nosotros comienza a darse un fenómeno de involución, en contra de la lógica universal de la vida. Puede ocurrir a una edad temprana, aunque por lo general ocurre en la adultez y luego que se han obtenido ciertos logros, es que comenzamos a experimentar el deseo de permanecer, reaccionando contra la dinámica de los procesos y contra todo cambio. Al parecer, en estos casos se ha configurado una forma mental que comienza a rigidizar nuestra manera de pensar, de sentir y de hacer en el mundo, y solo se acepta como válido solo lo que incorpora dicha forma mental. Nuestras creencias comienzan a petrificarse y solemos imponerlas a otros como verdades inmutables. Lo que sigue entonces, será apagar la creatividad, colocar límites a la imaginación para llegar finalmente a condenar lo distinto, lo diverso y lo cambiante. Me he detenido en el camino, sentando sólidos cimientos donde he construido mi propio mundo, rodeado de mis cosas, de mis seres querido donde reina mi yo, triunfador y desafiante. Me he separado del conjunto. He sentado cabeza y el sistema me felicitará por ello, a quien de ahora en adelante defenderé. Más allá sobreviene la muerte.

Sin embargo, como en todo proceso natural, más temprano que tarde, ocurrirá que lo nuevo y pujante saltará por sobre todo impedimento. 

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