En situaciones dramáticas como la que está viviendo nuestro país, donde 34 presos políticos mapuche permanecen en una huelga de hambre desde hace más de 70 días, tras antiguas demandas que los gobiernos de turno por años no han tenido la voluntad de escuchar, viene al caso resaltar, que el foco de los acontecimientos ha ido moviéndose según pasa el tiempo, dependiendo de los intervinientes que se van sumando y de los intereses cruzados que comienzan a aparecer.
Es así, como vemos que ante la urgencia, algunos anteponen sus argumentos personales, de grupo, políticos y éticos, mientras otros buscan culpables y rasgan vestiduras públicamente. De pronto se enfoca a alguno con cara de “yo no fui” buscando posicionamiento y protagonismo fotografiándose con los mapuche. Hemos visto también, a otros que eluden sentarse a conversar y buscan mediadores que les eviten mirar a los ojos de frente y comprometer su palabra, incapaces de garantizar nada porque lo que defienden hoy, mañana lo combaten. Hemos visto también, aparecer huelgas solidarias protagonizadas por parlamentarios que cobran mayor relevancia que la que iniciaron comuneros mapuche arriesgando su vida. En ocasiones, un amplio zoom noticioso nos muestra a diversas colectividades de nuestra sociedad vistiendo sus propias demandas con la causa mapuche, mezcla rara de solidaridad verdadera y oportunismo, mientras de fondo algunas colectividades políticas se articulan enarbolando antiguas banderas de lucha, en un afán por manotear el foco de interés, alejándolo de las demandas inmediatas exigidas por los huelguistas mapuche. Pero la noticia nos mostrará también algunos rasgos de nuestra sociedad, que hace tiempo ha perdido la capacidad de asombro y la indiferencia ha pasado a ser un estado permanente.
Mientras tanto, aquellos que tienen en su mano las soluciones se toman su tiempo, desenfundan su calculadora, y comienzan a sacar cuentas de cómo se puede salir de esta oportunidad bicentenaria con algún beneficio extra. No sea que algunos, mientras otros arriesgan su vida, estén viendo esta coyuntura como un excelente momento para amarrar acuerdos y negociar paquetes de leyes entrabadas, podando un poco más o un poco menos la Ley Antiterrorista, piedra de tope de este conflicto. Una ley que en esencia, debiera solo activarse en casos excepcionales, y que en nuestro país se utiliza desde los tiempos de la dictadura, para reprimir y contener la desobediencia civil y criminalizar la demanda social. Tan importante resulta este instrumento legal para sectores políticos tanto de derecha como de izquierda, que los honorables han preferido consensuar sus modificaciones a espaldas de la sociedad civil y sin la participación de los representantes de los mapuche en huelga, negándose a la instalación de una mesa de diálogo, donde se puedan discutir modificaciones sustanciales a la ley así como su inaplicabilidad en el caso mapuche, pero donde se discutan también los problemas de fondo, que hacen al reconocimiento de los pueblos indígenas, y las demandas políticas, sociales y culturales del pueblo mapuche.
Pero cuidado que lo peor puede estar aún por pasar. Si los honorables se ponen de acuerdo para impedir cambios sustantivos a la dichosa ley y el gobierno se empeña en imponerla como última oferta a los huelguistas para deponer su movilización, el paso que sigue es la aplicación de alguna ley de excepción que les prive de sus garantías constitucionales y permite a la autoridad actuar por la fuerza. Y no es descabellado pensar en esta posibilidad, dado la cantidad de atentados atribuidos a mapuche publicitados últimamente por la prensa, tanto dentro del país como fuera, que podrían ser el presagio de una embestida de fuerza del gobierno.
Cuando sucede todo esto, debiéramos comenzar a preocuparnos, porque el cálculo y la insensatez desenfocarán nuestros mejores valores y la vida humana habrá dejado de ser nuestra prioridad central.
31/05/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario